Nuestro mar de cada día

Llegué a Canarias por primera vez en Septiembre de 1985 procedente de Madrid. Venía con la ilusión de comenzar unos estudios universitarios dirigidos a aprender sobre aquello que siempre había deseado conocer, el mar. Esa nueva licenciatura denominada Ciencias del Mar satisfacía mis expectativas de futuro y me ilusionaba para emprender la aventura. Mi familia se sorprendió de mi deseo, vivíamos en Madrid donde estaban dos de las mejores universidades de España, las cuales ofrecían casi todas las licenciaturas. Mis padres apoyaron mi deseo a pesar de que mi destino era muy lejos del hogar y del coste económico que supondría.

Mi primera impresión de la facultad fue “desorganización”, compartíamos edificio con otras carreras y Ciencias del Mar parecía la menos afortunada en la distribución del espacio y los medios técnicos y personales. Sin embargo, había algo que me llamó la atención. El ambiente generado por los alumnos y profesores desbordaba alegría e ilusión. A medida que fui conociendo a mis compañeros de las cuatro promociones de aquel momento, me di cuenta que nos unía el deseo de aprender sobre el mar. Tengo que añadir que Las Palmas y su gente ayudaron mucho a sentirme como en casa, lo que favoreció mi adaptación y aligeró mis sentimientos de melancolía.

El programa de estudios era muy amplio y abarcaba la mayoría de las disciplinas de la Ciencia. Los profesores procedían de titulaciones más generalistas por lo que tuvieron que ir especializándose en las materias que impartían. Así, el programa también se fue adaptando durante los primeros años de dichos estudios. Las distintas promociones aprendíamos las bases teóricas del conocimiento del mar desde varias disciplinas. En física, nos enseñaban las características principales de las propiedades del agua de mar, así como los aspectos dinámicos que rigen la oceanografía. Además la física, la química y la biología se conectaban para darnos a conocer sobre los principales ciclos biogeoquímicos que dominan la vida en el mar. Según avanzábamos, descubríamos la aplicabilidad de nuestros conocimientos en actividades económicas como la pesquería, la acuicultura, la gestión de los recursos, etc. Sin embargo, nos faltó más interacción con el mundo real, es decir, más estudio de campo y más realidad en la aplicabilidad de nuestro conocimiento.

La finalización de los estudios y la búsqueda del trabajo deseado no fueron tan fáciles como se esperaba para una nueva titulación. Las salidas laborales existentes estaban ocupadas por especialistas desde las disciplinas de la ciencia más tradicionales, por lo que los nuevos licenciados tuvimos que encontrar el modo de convencer sobre nuestra valía. Algunos compañeros desilusionados por la dificultad de abrirse camino decidieron dedicarse a la docencia, y gracias a ello, un cualificado grupo de profesores con esta titulación imparte clases en la enseñanza secundaria. Otros buscaron diversos caminos probablemente lejos del mundo de la oceanografía y más ligados a buscar la estabilidad económica para sus familias. El camino no fue fácil para nadie. Aquellos que continuamos en el mundo de la oceanografía encontramos obstáculos constantes. Desde aquellos que nos consideraban poco especialistas para ejercer un trabajo concreto, como las dificultades propias del sistema de ciencia en España. Muchos de nosotros, todavía después de tantos años, seguimos buscando la estabilidad laboral para conseguir mayor seguridad económica.

Mi aspecto ha cambiado y ya no soy como antes. Mi pelo se está cayendo y no parezco tan alegre como antaño. Sin embargo, conservo la ilusión por el mar. Cuando salgo de casa, tengo la suerte de poder admirar su grandeza y experimento el deseo de curiosidad. En cada uno de los proyectos en los que he participado sentí como si fuera la primera vez, esperando ver en las observaciones aquellas cosas que sabía tenían que ocurrir pero a su vez, esperando que me sorprendieran. Porque el mar sigue siendo un misterio para todos nosotros.

En estos días leemos en la prensa noticias que recogen la importancia socio-económica de las actividades vinculadas al mar. Dichas noticias describen la necesidad de seguir encontrando la manera de aprovechar los recursos que el mar nos ofrece. Nos preparan para entender la necesidad de seguir explotando los recursos, pero rara vez nos mencionan la posible repercusión de todo aquello. La sociedad vive de espaldas a la realidad medioambiental y los profesionales no hacemos mucho para cambiar esta realidad. Cuando descubrí la existencia de la Sociedad Atlántica de Oceanógrafos (SAO) y cuáles eran sus objetivos sentí la necesidad de participar. Era el momento de ayudar para que la sociedad conozca desde una perspectiva profesional la realidad de lo que ocurre. Mostrar a la gente la importancia del mar en nuestras vidas, la belleza que en él existe y la necesidad de cuidarlo. Enseñarles a corregir malos hábitos y a ser críticos con aquellos que sólo quieren obtener beneficios sin importarles su deterioro. Os animo a colaborar con nosotros, recuperar la ilusión que os llevó a estudiar Ciencias del Mar y disfrutar poniendo vuestros conocimientos al servicio de la sociedad.

Andrés Cianca
Licenciado en Ciencias del Mar
Doctor en Oceanografía